domingo, 14 de septiembre de 2014

10 años de "Funeral", el debut de Arcade Fire.


Hay discos frente a los cuales uno deja la función borrega de fan para volverse algo distinto, más grande. Son discos que te convierten en un activista. En mi aventura personal, uno de esos álbumes definitorios fue Funeral, el gran debut de los canadienses Arcade Fire, que hoy cumple 10 años de lanzado. La fecha de marras me hizo recordar todas las notas que escribí de él –dos en la revista Somos y dos en la revista 69, entre el 2004 y el 2005– y que hoy simplemente no podría leer. Artículos de fan, que sonrojan. Mas bonito ha sido recordar todas las veces que lo quemé en CD para regalarlo, sin que me lo pidieran. He hecho eso antes, con Deserter´s Songs (Mercury Rev), Mezzanine (Massive Attack) y Home (Benjamin Biolay) pero confieso que nunca escribí títulos de canciones en la portada de un Princo con el mismo fervor que reservé para la opera prima de los de Montreal.

No me avergüenzo de mi entusiasmo. Hoy lo escuché completo, luego de tres años de no oírlo, y comprobé para mi agrado que cada cosa que me emocionaba del álbum seguía allí, aun cuando mi relación con la banda, que alguna vez fue intensa, se haya visto afectada con su último trabajo y con el giro en general que han dado, en carrera loca por ser los nuevos U2 o un grupo tonero. No sé qué es peor. Volviendo a Funeral, ¿qué tenía ese disco que me convirtió en un evangelizador desconocido de sí mismo? Pienso, para empezar, que hay cosas que en la época de Funeral sonaban novedosas sin que estas hayan sido un invento de la banda, necesariamente. Veámoslas. 

Por ejemplo, estaba la rara sensación de estarse topando con un artefacto extraño, un "disco concepto", una vieja idea que parecía olvidada allá por el 2004, al menos en la corriente principal del rock. Con Funeral, decía el booklet, los músicos habían exorcizado las muertes de varios de sus familiares, ocurridas en la época de la grabación. La propia secuencia del disco parecía resumir las fases clásicas del duelo: las canciones pasaban de la rabia, al descreimiento y de ahí a la tristeza, entre surco y surco, y a veces en una misma canción. Su sonido tampoco parecía anclado a una época. Es verdad que apareció justo en los tiempos del llamado post punk revival, pero los contados elementos post punk que se encontraban en él estaban disueltos y no se limitaban, como otras bandas, a mimetizarse entre los hallazgos sonoros de Joy Division (Interpol), Gang of Four (Franz Ferdinand) o The Cure (Hot Hot Heat). 

Había mucho amor por el new wave en el disco ("Rebellion (Lies)", "Un Annee Sans Lumiere", "Haiti") pero desde una coordenada que sabía extraña, con varias texturas arcaicas. Era new wave pero con instrumentos acústicos, algo en lo que los neoyorquinos The Magnetic Fields –sus colegas en Merge Records–, ya habían dado cátedra, pero quizá no con tal sentido de la inmediatez. Win Butler cantaba con los espasmos vocales de David Byrne, de Talking Heads, una influencia que sacarían del closet definitivamente en su cuarto y menos logrado álbum, del cual no recuerdo el nombre y ahorita mismo me da flojera googlear. 

Luego estaban esas baladas que te pulverizaban el corazón como "Crown of Love" y esa otra canción con que abría la placa, sobre dos adolescentes enamorados que, en una noche nevada, fantasean con construirse un túnel para escapar de sus casas y encontrarse en la plaza del pueblo. Los relatos de niños oprimidos y enamorados que pelean en entornos asfixiantes son figuras que pueblan las diez canciones. Otra imagen hermosa: la de los vecinos que bailan música disco en la calle, a la cortante luz de las circulinas de los patrulleros ("Laika", cuyos violines suenan como cuchillos raspando las cuerdas). Los temas fluían sin baches, salvo ese tropezón final ("In the backseat"), que es consenso que pudieron guardársela y no pasaba nada. 

Un elemento final de Funeral, quizá lo que más se recuerde de él, es la desbordada pasión interpretativa que la banda le impregna. Se notaba en el disco, pero en vivo esta adquiría un fervor casi litúrgico. Pensar en esos coros gritados en "Wake Up", que sonaban tan sentidos entonces y que hoy son la cosa mas copiada en las-bandas-de-rock-con-ganas-de-ser-mainstream post 2004. Tomaron nota de esto grupos como The Lumineers o Of Monsters and Men y hasta los premiados Mumfords & Sons. Ninguna de esas bandas me agrada. Ahora mismo no sé en que estado de la relación está mi antiguo amor por Arcade Fire. Pero el fanatismo por su mejor obra sigue ahí, diez años después. De momento, eso es suficiente para mi.


Arcade Fire - Funeral
(Merge - 2004)




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